A la luz de las recientes conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos acerca del futuro de la isla y los proyectos conjuntos de mutuo beneficio entre ambas naciones, sobre todo relacionados con el tema del turismo, que comenzarán a materializarse el próximo año, la nación caribeña deberá resolver numerosos asuntos internos antes de sentarse a la mesa de negociaciones.
Cuba, una nación que cada año recibe cifras cercanas a los tres millones de arribos, sobre todo por aeropuertos, pudiera incrementar estas cifras en próximos años si se eliminan totalmente las restricciones de atraques de cruceros en la isla impuestas por Estados Unidos.
Dada la condición insular de Cuba, los mayores arribos de turistas, si se levantaran finalmente estas restricciones, deben provenir sobre todo del aire y del mar, aunque en temas de pernoctaciones las cifras actuales no variarán mucho, ya que los cruceristas pernoctan a bordo.
De este análisis se sobreentiende que el turismo en el país, si se va a enfocar en un mercado tan segmentado como el norteamericano, las inversiones del país, que ya están centradas en la construcción de cuartos de cuatro y cinco estrellas deberán dirigirse a la potenciación de una estructura extrahotelera de lujo en los principales destinos turísticos litorales del país como La Habana, Varadero, Cayos de Villa Clara, Santiago de Cuba y Cienfuegos.
Quedarían pendientes entonces los temas del abastecimiento y el personal, dos asuntos escabrosos que Cuba conoce que son estratégicos pero que cada vez afectan más el sector, entre otros pendientes que el embargo que tiene impuesto el gobierno de Obama dificultan y encarecen, del servicio más simple al paquete turístico más completo.
Numerosas fuentes destacan que el despegue del turismo en Cuba luego del levantamiento de las restricciones será lento y muy exclusivo, debiendo incluso sacrificar mercados bien posicionados para establecer uno que es una total incógnita.
Lo cierto es que los cerca de 11 millones de cruceristas norteamericanos que viajan cada año, unidos a los que disfrutan las playas y las ciudades cubanas a través de las múltiples conexiones aéreas establecidas imponen desde ya un reto importante para la industria turística cubana, en fases de desarrollo inferiores en cuanto a numerosos aspectos con respecto a sus vecinos República Dominicana, Jamaica y Puerto Rico.
Cuba, una nación que cada año recibe cifras cercanas a los tres millones de arribos, sobre todo por aeropuertos, pudiera incrementar estas cifras en próximos años si se eliminan totalmente las restricciones de atraques de cruceros en la isla impuestas por Estados Unidos.
Dada la condición insular de Cuba, los mayores arribos de turistas, si se levantaran finalmente estas restricciones, deben provenir sobre todo del aire y del mar, aunque en temas de pernoctaciones las cifras actuales no variarán mucho, ya que los cruceristas pernoctan a bordo.
De este análisis se sobreentiende que el turismo en el país, si se va a enfocar en un mercado tan segmentado como el norteamericano, las inversiones del país, que ya están centradas en la construcción de cuartos de cuatro y cinco estrellas deberán dirigirse a la potenciación de una estructura extrahotelera de lujo en los principales destinos turísticos litorales del país como La Habana, Varadero, Cayos de Villa Clara, Santiago de Cuba y Cienfuegos.
Quedarían pendientes entonces los temas del abastecimiento y el personal, dos asuntos escabrosos que Cuba conoce que son estratégicos pero que cada vez afectan más el sector, entre otros pendientes que el embargo que tiene impuesto el gobierno de Obama dificultan y encarecen, del servicio más simple al paquete turístico más completo.
Numerosas fuentes destacan que el despegue del turismo en Cuba luego del levantamiento de las restricciones será lento y muy exclusivo, debiendo incluso sacrificar mercados bien posicionados para establecer uno que es una total incógnita.
Lo cierto es que los cerca de 11 millones de cruceristas norteamericanos que viajan cada año, unidos a los que disfrutan las playas y las ciudades cubanas a través de las múltiples conexiones aéreas establecidas imponen desde ya un reto importante para la industria turística cubana, en fases de desarrollo inferiores en cuanto a numerosos aspectos con respecto a sus vecinos República Dominicana, Jamaica y Puerto Rico.
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